miércoles, 30 de marzo de 2016

Las dietas especiales desde el punto de vista de la operativa en cocina

30-03-2016

Los retos de la restauración colectiva han ido aumentando a la par que las nuevas necesidades de sus comensales. Personas con intolerancias, alergias, problemas de masticación… han venido a ‘dificultar’ aún más el ya de por sí complicado trabajo de la operativa en cocina. Unificar dietas y eliminar todo tipo de alérgenos de nuestros menús puede ser una buena medida para agilizar las operaciones, ganar en seguridad y ‘socializar’ a las personas que sufren algún problema alimentario.

En las últimas décadas la sociedad ha cambiado mucho y cada vez lo hace a un ritmo más rápido, creando constantemente nuevas necesidades. En nuestro sector (tanto en la restauración social como en la comercial), desde el punto de vista de la cocina, este hecho se ha traducido en que cada día nos vemos obligados a elaborar más dietas diferentes debido a las intolerancias, alergias, dificultades para masticar…

En los comedores colectivos, si anteriormente la producción ya era muy laboriosa por el volumen, la carencia de la maquinaria, el material de las cocinas y el transporte; ahora debemos añadir a todas esas dificultades los retos que plantean estas nuevas necesidades.

Durante mis últimos años de trabajo en la parte operativa de una empresa de restauración colectiva, unas de las mayores preocupaciones fueron las alergias y las intolerancias. Viendo la problemática que todo ello suponía en los comedores escolares, empecé a centrar mi trabajo en pensar cómo organizar la operativa en cocina para trabajar con agilidad y la máxima seguridad. Fue entonces cuando empecé a dirigir mi trabajo en esa dirección y convertí ese objetivo en una de mis prioridades. Ahora, que dedico parte de mi jornada laboral a la restauración comercial, predico con el ejemplo. Mi local, esta organizado pensando en las nuevas necesidades.

Hace unos días vinieron a cenar a mi restaurante una familia donde el padre y la niña menor era celíacos.
El diálogo fue algo así:
- ¿Qué podemos comer? - pregunto el padre.
- Mejor les digo, qué NO pueden comer, terminaremos antes - contesté yo.

Se quedaron descolocados.

Estaban fascinados por poder comer más del 90% de nuestros platos de la carta, incluyendo lasaña, pizza, pasta, pan y otros ingredientes más. Normalmente sólo pueden consumir un 20% de los platos de los restaurantes, verdura y carne a la plancha, y eso dando por hecho que no haya problemas de contaminación cruzada entre los productos.

La perplejidad, en positivo, de esa familia, fue para mi una gran satisfacción.

La unificación de dietas

El secreto de poder ofrecer a unos clientes celiacos una carta con un 80% de platos aptos para ellos o a un niño en el comedor escolar el mismo menú que a su compañero de mesa, está en la unificación de ingredientes.

Una carne rebozada, por ejemplo, lleva gluten y huevo, dos de los principales alérgenos del mercado, y además, normalmente se fríe (una no tendencia de mercado). Para adaptarlo es tan sencillo como utilizar un pan sin gluten, rebozar sin huevo y cocer al horno.

En definitiva, se trata de un proceso de pensamiento y producción ‘a la inversa’. En lugar de elaborar multitud de dietas para satisfacer todas las necesidades de un colectivo, lo más práctico es elaborar una dieta evitando todo aquello que nuestros comensales no pueden comer. Volviendo a la restauración colectiva la información que tenemos sobre las patologías de todos los niños y niñas que van a comer en el comedor escolar, por ejemplo, nos facilita mucho el trabajo ya que conocemos de antemano qué productos no podemos utilizar.

Con esta manera de trabajar, los profesionales nos ahorramos o mejor dicho, solucionamos, tres problemas:

– Social (las personas con alergias no se sienten discriminadas).
– De producción de diferentes dietas (se simplifica el trabajo en cocina).
– El servicio es más fácil (se evitan errores).

Las tres son importantes pero para mi, la principal es la primera. Actualmente hay 17 millones de europeos afectados por alergias alimentarias, de ellos 3,5 millones son menores de dos años. Estas personas deberían poder comer en las escuelas, hospitales, empresas o ir a cualquier restaurante sin preocuparse ni de la monotonía del menú, ni de los posibles errores.

Ellos son los comensales, pacientes, clientes… y las empresas de restauración deberían pensar en su bienestar. ¿Cómo puede ser que los profesionales no tengan esto en cuenta a la hora de diseñar y producir sus menús, ya sea en cocinas centrales, restauración comercial o en la comercialización de platos cocinados?

Es necesario un cambio de concepto para enriquecer la dieta de todas estas personas. Un niño pequeño no debe sentirse diferente por el hecho de comer sin gluten. Si cambiamos los ingredientes de nuestras recetas y la forma de cocción, el niño podrá comer igual que los otros. Será uno más. A su vez, como ya se ha comentado, durante el emplatado y servicio trabajar así nos evita bastantes preocupaciones derivadas de una posible contaminación cruzada, facilitando el trabajo a los profesionales.

Por último, el hecho de producir un sólo menú, supone guardar menoss muestras ya que contamos con muchas menos elaboraciones diferentes… eso significa el doble o el triple de espacio desocupado.

Para implementar esta unificación de dietas en una cocina, sean cuáles sean sus características, se debe afrontar la situación haciendo lo que podemos llamar, un ‘estudio a la inversa’. En resumen, los pasos de este estudio serían los siguientes:

– Empezaríamos por mirar la variabilidad de las dietas y las necesidades del comedor/cliente/centro etc.
– En segundo lugar analizaríamos las instalaciones (tiempo, espacio y maquinaria).
– Después estudiaríamos las recetas y seleccionaríamos los ingredientes para reducir los alérgenos de las dietas, y en la medida de lo posible, eliminarlos del todo. Una vez realizado el estudio y vistas las necesidades ¿por qué no empezar el proceso por eliminar de nuestros almacenes estos ingredientes?

Actualmente ‘el día sin gluten’ es la excepción. ¿Qué tal si lo modificamos y hacemos que la excepción sea ‘el día con gluten’?

jueves, 24 de marzo de 2016

El ahorro energético en la cocina: conservación y cocinado de los alimentos

20-03-2016

No sólo las grandes cocinas centrales tienen margen para el ahorro energético. La cocina de una residencia o de un colegio puede igualmente aspirar a ser eficiente y energéticamente responsable. Romina Fernández nos ofrece en este artículo algunos consejos básicos para ahorrar energía en la conservación y cocinado de los alimentos.

Unas prácticas energéticas responsables en la cocina pueden repercutir favorablemente en la cuenta de resultados de cualquier empresa de restauración social o colectiva. Además, demostrando una responsabilidad medioambiental activa, se pueden captar o fidelizar clientes con la misma sensibilidad. Para ello es muy importante el compromiso de todo el equipo de trabajo, desde la gerencia hasta el personal de los diferentes departamentos (cocina, mantenimiento, limpieza, etc.).

En este artículo, vamos a centrarnos en dos aspectos muy concretos de la gestión energética de un estabecimiento de hostelería como son el almacenamiento y el cocinado de los alimentos

Conservación y cocinado de alimentos

Para lograr ser eficientes en el consumo energético, el aspecto más importante aquí es la cantidad de energía que se gasta en refrigerar los alimentos una vez comprados o cocinados. Por eso debemos observar cuáles son los requisitos de conservación de cada alimento para conservarlos a su temperatura adecuada. En este sentido, la temperatura más baja no siempre será la mejor.

En cuanto a la conservación de los alimentos una vez cocinados es importante recordar que se debe dejar enfriar la comida antes de introducirla en la nevera. Si no se hace así, aumentará el gasto energético, y la calidad nutritiva de los platos resultará perjudicada.

También es necesario respetar las temperaturas ideales de cocinado de cada alimento y no emplear una temperatura mayor de la necesaria, ya que se perderían las cualidades nutritivas de los alimentos a la vez que se despilfarraría energía.

Ejemplos de estas prácticas pueden ser, no freír con el aceite demasiado caliente (que eche humo) o, en el caso de una cocción, disminuir el calor una vez que el contenido está hirviendo.

Otro aspecto a tener en cuenta en el cocinado es tapar las ollas, cazuelas y sartenes, de esta manera conseguiremos ahorrar hasta un 25% de energía, y controlar el funcionamiento de la campana extractora, evitando que esté al 100% de potencia durante toda la jornada.

La mejor opción para cocinar es el gas natural o butano, pero debemos mantener en buen estado los quemadores y evitar que la llama sobrepase el fondo de los recipientes.

Cámaras de refrigeración y congelación

Para disminuir el gasto energético de cámaras frigoríficas y de congelación se deberán seguir las siguientes recomendaciones:

– Regular adecuadamente el termostato, no disminuyendo la temperatura por debajo de lo necesario.
– No dejar demasiado tiempo las puertas de neveras y congeladores abiertas.
– Situar estas cámaras alejadas de fuentes de calor.
– Dejar espacio entre la cámara y la pared para permitir una correcta ventilación.
– Comprobar periódicamente el estado de los cierres herméticos, es decir, el estado de las gomas.
– Asegurarse de que no existen fugas de líquido refrigerante.

La empresa Comertel ha presentado recientemente un estudio sobre el desperdicio alimentario en los comedores escolares. Tras el análisis del trabajo de campo, los autores han establecido seis recomendaciones básicas para reducir esas mermas. Una relativa flexibilidad y una buena comunicación entre todo el equipo que interviene en el servicio, sería un buen punto de partida para atajar el problema.

En el marco de la jornada Estrategias para mejorar la satisfacción y reducir el desperdicio alimentario en el comedor escolar celebrada el pasado 9 de septiembre en Fundació Alícia y organizada por la Agència de Salut Pública de Catalunya, la empresa Comertel presentó los resultados de un estudio dirigido a analizar el desperdicio alimentario en las escuelas.

Mireia Rovira, responsable de Calidad y Medio Ambiente de la firma, nos ha explicado cómo se ha realizada dicho estudio y a qué conclusiones se ha llegado. Aclarar que del estudio se han llevado a cabo dos de sus tres fases, recopilación de datos y análisis. Una tercera relativa a la puesta en marcha de acciones de mejora, se llevará a cabo durante este curso 2015/16.

Cocina y comedor igual de ‘culpables’ del desperdicio alimentario

En estudio está basado en el análisis pormenorizado del comedor escolar de cuatro colegios (dos de la provincia de Lleida y dos de Barcelona), de ámbito rural y urbano, con entre 113 y 303 menús servidos diáriamente y pertenecientes al sistema público y público/concertado. Durante 18 días se realizó un trabajo de campo pesando absolutamente todo y analizando todos los factores que pueden tener que ver con el desperdicio alimentario (raciones, utilización de utensilios, tipo de alimentos, restos en cocina y comedor, diseño del menú, entorno, etc.).

A grandes rasgos el objetivo del estudio ha sido llegar a establecer una serie de recomendaciones para establecer cuáles son las cantidades justas de comida que se tienen que trabajar en la cocina y servir en los platos; establecer criterios de repeticiones equilibrados; y reducir el desperdicio alimentario tanto en la cocina como en el comedor.

La primera gran conclusión a la que se llegó tras el análisis es que el desperdicio alimentario se produce más o menos por igual en la cocina y el comedor, desequilibrándose un poco la balanza hacia el comedor. Dos de los colegios presentaron mucha más merma en la cocina (60% - 40% y 61% - 39%) y dos más en el comedor (75% - 25% y 77% - 23%). Curiosamente los dos centros con más merma en el comedor son también los que presentaron los dos extremos en el porcentaje de desperdicio, el primero con sólo un 1% de merma total, y el segundo con un 19% de merma total (los otros colegios analizados registraron un desperdicio total del 9% y el 13%).

Comunicación y flexibilidad

Con los datos sobre la mesa había que analizar el por qué de ese desperdicio alimentario. Según comenta Mireia Rovira, del análisis de los datos se pueden extraer dos conclusiones fundamentales: una relativa a la flexibilidad respecto a las raciones, directrices del centro, ejecución del servicio… y otra muy importante relativa a la comunicación entre las personas implicadas en el servicio (cocineros/as, monitores/as, centro, dietistas…). “De hecho nos han sorprendido ver que el problema viene a veces más por temas operacionales que tienen que ver con el equipo humano, que por temas relativos al menú propiamente dicho o a los gustos de los escolares”.

Respecto a la flexibilidad, la responsable de Comertel comenta que del estudio se extrae que aquellos comedores que son más rígidos en cumplir las raciones recomendadas por la administración y en intentar que los alumnos se lo coman todo, desperdician, en general, más alimentos que los comedores que muestran cierta flexibilidad dentro de unos límites razonables. “En el emplatado es importante mantener esa flexibilidad y tener en cuenta el apetito del niño, la actividad previa realizada o la aceptación del plato, además claro está de la edad y la talla. En cuanto a las repeticiones hay que establecer unas pautas basadas en un criterio saludable. También es importante mantener una ratio por monitores de 12 o menos alumnos/as, siguiendo la recomendación de Salud Pública”.

En cuanto a la cocina es muy importante la buena planificación del servicio “nos hemos encontrado algún caso en el que se avisa a cocina que un curso se va de excursión fuera del centro con muy poca antelación y eso lógicamente provoca desperdicio alimentario. También hay que tener en cuenta el tema de los pedidos (que sean ajustados y cuanto más fraccionados mejor); y las buenas prácticas ya que por ley, todo lo que no ha salido de la cocina y siempre que se hayan respetado temperaturas y en general unas buenas condiciones higiénico-sanitarias, se puede reutilizar”.

Recomendaciones básicas para disminuir las mermas

Del análisis del estudio, sus autores han extraido seis recomendaciones básicas para disminuir la merma y desperdicio alimentario que son las siguientes:

1– En el momento de diseñar el menú.
Tener en cuenta el grado de aceptación de los niños sobre los diversos alimentos y técnicas culinarias, así como las combinaciones de platos en los menús.
Tener en cuenta la experiencia y opinión del personal de cocina y monitores respecto a la aceptación de dichos platos.
El rechazo de un alimento se puede reducir utilizando presentaciones o eleboraciones más atractivas.

2– En el momento de emplatar.
Ajustar la cantidad servida en función de la aceptación real del plato.
Tener en cuenta la sensación de hambre del niño.
Establecer un criterio de repetición de platos o alimentos cuidado y nutricionalmente equilibrado.
Si un niño/a quiere repetir hay que ofrecerle la opción más saludable del menú priorizando las verduras y hortalizas, y la fruta fresca como postre.

3– El entorno del comedor (aunque aquí los cambios se podrán o no llevar a cabo).
El espacio de comedor tiene que ser confortable.
Se deben tener en cuenta aspectos como la luz, el ruido, la distribución de las mesas y de los grupos, el tiempo para comer…
El trato del personal hacia los niños debe ser amable y conciliador.
Es necesario que el personal implicado vele por crear un ambiente agradable.

4– En el momento de planificar el servicio.
Disponer de fichas de producción bien definidas para cada plato.
Ajustar las fichas a la realidad del centro y a los hábitos de consumo de los niños/as.
Realizar pedidos según la previsión del número de usuarios del comedor.
La cocina debe conocer con suficiente antelación los eventos que afecten al servicio: excursiones, jornadas, actividad física previa a la comida…
La coordinación y comunicación entre el centro y la cocina debe ser fluida.

5– En el momento de la producción.
Utilizar ingredientes y cantidades siguiendo las fichas de producción.
Ajustar la producción en función del número de niños y el grado de aceptación del plato.
Disponer de cierta flexibilidad para poder introducir cambios puntuales en el menú.
Controlar la temperatura y las condiciones de mantenimiento de los alimentos para poder aprovechar los excedentes de forma segura.
Registrar la cantidad de excedentes puede ser una buena herramienta de control del desperdicio alimentario.

6– Respecto al equipo.
Sensibilizar y motivar al equipo con tal de que se involucre en la disminución del desperdicio.
Capacitar al equipo para que sepa llevar a cabo ajustes y mejoras necesarias en el servicio (fichas de producción, compras, técnicas culinarias, emplatado…).
Es importante que el equipo esté formado por personal altamente comunicativo y observador a todos los niveles.
El éxito en la disminución del desperdicio recae en el compromiso e implicación de todos y todas.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Acompañar las comidas de los niños

El pasado 7 de marzo, la Agència de Salut Pública de Catalunya (ASPCAT) presentó la guía Acompañar las comidas de los niños: consejos para comedores escolares y para las familias, un documento en el que se apunta que el acompañamiento de los adultos en las comidas debe ser respetuoso, sin coerciones y teniendo en consideración los gustos y la sensación de hambre de los niños. ¿Qué cantidad de comida hay que servir los platos de los niños? ¿Hay que insistir en que se lo acaben todo? ¿De qué pueden repetir y de qué no? Estas son algunas preguntas que a menudo se formulan los adultos en relación con las comidas de los niños, tanto en los comedores escolares como en casa. Este hecho ha llevado a revisar el conocimiento actual sobre la influencia que tiene la actitud del adulto en las cantidades que debe comer un niño para cubrir sus necesidades y fomentar la diversificación alimentaria. Así, la Agència de Salut Pública de Catalunya (ASPCAT) ha elaborado un documento en el que se apuntan recomendaciones para las comidas de los niños, tanto en los comedores escolares como también a las familias. Y una de las principales conclusiones que propone es que el adulto establezca qué, dónde y cuándo come el niño, pero dejando que el niño participe en la decisión sobre las cantidades. Además de ayudar a promover la responsabilidad sobre su alimentación, el hecho de dejar que lo haga puede contribuir a reducir el desperdicio alimentario, ya que se pueden ajustar las cantidades de manera más real que a partir de unos valores fijos o estándares. El documento Acompañar las comidas de los niños: consejos para comedores escolares y para las familias apunta que el acompañamiento de los adultos en las comidas debe ser respetuoso, sin coerciones y teniendo en consideración los gustos y la sensación de hambre de los niños. Hay estudios que señalan que los adultos a menudo hacen que los niños coman más de lo que marcan sus señales de autorregulación innatos, es decir, más de lo que indica su mecanismo de hambre-saciedad. Tanto en casa como en otros entornos donde comen los niños se detecta a menudo una insistencia, a veces llevada al límite (castigo-recompensa), para acabar raciones de comida estándares que pueden no estar en relación con las necesidades reales de algunos niños y niñas . Además, ejercer presión sobre los niños para que se acaben el plato puede hacer que aumente la resistencia a comer. Asimismo, insistir para que coman un alimento determinado no conduce a una buena aceptación del alimento, sino más bien a crear aversiones y otras conductas alimenticias poco o nada saludables que pueden persistir en la edad adulta. El documento considera que no es recomendable, según lo demuestran diversas investigaciones, utilizar frases remarcando los beneficios para la salud de un determinado alimento para que lo consuma -por ejemplo, ‘te hará fuerte’ o ‘te ayudará a crecer’-, dado que se consigue el efecto contrario: que los niños la asocien con un alimento menos agradable al gusto y en consecuencia, coman menos. El documento apunta también que la obesidad es uno de los problemas principales de salud pública mundial también en la infancia -en Catalunya, el 25% tiene sobrepeso y un 16%, obesidad- y, en la línea de la conclusión principal, recuerda que los niños son capaces de regular su ingesta calórica, que varía de una comida a otra. En Catalunya entre el 36% y el 38% de las familias utilizan el comedor escolar, lo que equivale al 9% de las comidas infantiles al año. Complemento del programa de revisión de menús escolares, PreME El documento se enmarca en las actividades del programa de revisión de menús escolares, PreME, que se inició en 2006 en el marco del ‘Plan estratégico para la promoción de la salud mediante la actividad física y la alimentación saludable’. PreME evalúa las programaciones de menús escolares, y consensúa y edita documentos sobre alimentación infantil, entre otros. Actualmente, ha evaluado más de 3.700 programaciones de menús y se han elaborado un millar de informes de seguimiento de la implantación y la aceptación de las medidas propuestas, que permiten observar una mejora en el cumplimiento de indicadores diversos, como la presencia de fruta fresca.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Formación de los manipuladores de alimentos

La legislación con respecto a la formación de los manipuladores de alimentos ha cambiado varias veces en los últimos años. Actualmente no existe ninguna frecuencia pre-establecida en la formación del manipulador/a de alimentos, así que es importante establecer un criterio propio. Es necesario repetir la formación tantas veces como sea necesario hasta obtener los resultados deseados. Se consideran manipulador/a de alimentos todas aquellas personas que, por su actividad laboral, tienen contacto directo con los alimentos durante su preparación, fabricación, transformación, elaboración, envasado, almacenamiento, transporte, distribución, venta, suministro y servicio. La legislación con respecto a la formación de los manipuladores de alimentos ha cambiado varias veces en los últimos años. Hasta el año 2000 era obligatorio el famoso carnet de manipulador que debía ser expedido y renovado periódicamente por empresas autorizadas. Posteriormente, se introdujo en la legislación el concepto de “formación continuada” para establecer que la formación de los manipuladores debe estar presente a lo largo de su vida laboral permitiéndole ser consciente y responsable de sus manipulaciones. Con estos cambios, se trasladó la responsabilidad de la formación de los manipuladores a los distintos operadores económicos y se eliminaron las autorizaciones y controles para las entidades de formación de los manipuladores de alimentos. No existe ninguna frecuencia pre-establecida en la formación del manipulador/a de alimentos, así que es importante establecer un criterio propio. Debe tenerse en cuenta que una formación es eficaz cuando el trabajador/a aplica las buenas prácticas de manipulación, manteniendo los riesgos bajo control. Teniendo en cuenta esto, podríamos decir que es necesario repetir la formación tantas veces como sea necesario hasta obtener los resultados deseados. A nivel orientativo, yo propondría utilizar esta tabla para determinar la frecuencia de formación: Riesgo. La formación del personal manipulador debe estar relacionada con las tareas que realiza y el riesgo o peligro que su actividad comporta para la seguridad alimentaria. Por ejemplo, el riesgo alimentario del personal que manipula envases cerrados en un almacén, es muy inferior al personal que manipula sushi en un restaurante. Resultados visibles. Se refiere al estado de las instalaciones, la actitud del trabajador/a y el cumplimiento general de buenas prácticas. Si se ha realizado formación recientemente y no hay resultados, es obvio que se necesita una actuación complementaria. En cambio, si la plantilla aplica los conocimientos adquiridos y hay una mejora de los resultados, la formación ha sido eficaz y puede determinarse otra frecuencia de formación. También es necesario tener en cuenta otros aspectos que pueden modificar las frecuencias de formación, como por ejemplo: – Cambios en los procesos o en la legislación. – Incidencias, inspecciones u otras fuentes de mejora. – Objetivos concretos para los que es necesario formar a la plantilla.