jueves, 21 de mayo de 2015

              22.04.2015 Alimentación y nutrición saludable en los mayores: mitos y realidades es una publicación de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), que partiendo de unas consideraciones generales, establece un decálogo para una alimentación saludable, y acaba con un amplio apartado sobre mitos y realidades respecto a la nutrición de los mayores. La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) cuenta con un interesante índice de publicaciones y guías, editadas en colaboración con diferente sociedades científicas así como documentación de interés general sobre el mundo de la geriatría y la gerontología. Alimentación y nutrición saludable en los mayores: mitos y realidades es uno de esos documentos. El ‘acto de comer’ es para una persona mayor, mucho más que saciar el hambre; es un acto social y relacional con sus seres más próximos y queridos, que les reporta importantes satisfacciones y bienestar psicoafectivo. No en vano, junto a los trastornos del ritmo intestinal (estreñimiento) y los problemas de conciliación del sueño (insomnio), la alimentación constituye uno de los problemas más comúnmente referidos por las personas mayores cuando se lleva a cabo un cuestionario de satisfacción/insatisfacción vital. El comportamiento alimentario en los mayores es fruto de años, con influencias de sus antepasados y de factores culturales, geográficos, etc., enraizados y arraigados durante décadas y por tanto lentos de cambiar y difíciles de erradicar. En general, según los estudios, la mujer rechaza las carnes, las legumbres y la leche, aproximándose más al concepto de Dieta Mediterránea que los hombres, que tienden a rechazar la pasta, las verduras, el pescado y los derivados lácteos. En común, mujeres y hombres, tienen la preferencia por la comida casera ante los platos preparados, la comida de catering o la comida rápida. Para todos ellos también, la dieta saludable es sinónimo de ‘régimen’, motivo por el que a menudo la rechazan. Decálogo para una alimentación y nutrición saludable 1– La dieta saludable ha de ser variada (incluyendo alimentos de todos los grupos), equilibrada y moderada (sin excluir ni abusar de ninguno). No existen alimentos buenos o malos para la salud. 2– Es aconsejable realizar al menos cuatro comidas al día, tomando menores cantidades de alimentos en cada una y procurando especialmente que las cenas sean menos copiosas. 3– Se recomienda un consumo de proteínas de 1-1,25 g/kg. de peso y día. Las proteínas deben tener un equilibrio entre las de origen animal (carnes, pescados, lácteos y huevos), o de alto valor biológico por el aporte de aminoácidos esenciales para el organismo, y las de origen vegetal, siendo lo óptimo un reparto en torno al 50% entre ellas. 4– Los hidratos de carbono deben de aportar un 50-60% de la energía total consumida, principalmente a partir de hidratos de carbono complejos, que se encuentran mayoritariamente en cereales, algunas verduras y hortalizas, frutas y leguminosas. Reducir el aporte de hidratos de carbono simples por debajo del 10%. 5– Las grasas deben aportar un 25-30% de la energía total de la dieta. Las grasas saturadas animales (carne, embutidos, leche, queso, mantequilla, etc) y vegetales (coco y palma) no deben sobrepasar el 10%, fomentando el consumo de grasas mono y poliinsaturadas (pollo, sardina, arenque, caballa, atún, bonito, salmón, aceite de oliva y colza), y usando aceites vegetales para cocinar y aderezar, especialmente el aceite de oliva. 6– Aumentar el consumo de fibra hasta 20-25 g/día. Las mayores fuentes de fibra son cereales integrales, frutas con piel, hortalizas y leguminosas. 7– Mantener una ingesta adecuada de vitamina D y calcio. La vitamina D se encuentra en pocos alimentos (pescados grasos y alimentos fortificados). Los lácteos y los pescados pequeños con cabeza son los alimentos que mayor cantidad de calcio aportan. 8– La dieta ha de tener una alta variedad de frutas, verduras y legumbres, por su gran aporte en fibra, vitaminas (antioxidantes) y minerales. El consumo de pescado ha de ser mayor que el de carnes y se pueden tomar de 3 a 4 huevos por semana. El consumo de lácteos ha de llegar a 3 raciones al día, siendo lo óptimo una cuarta ración en la mujer. 9– Moderar el consumo de azúcar, dulces (menos del 10%) y de sal (menos de 6 g/día), sin excluirlos por completo de la dieta. Reducir el consumo de embutidos a un máximo de 1-2 días por semana 10– Beber líquidos a intervalos regulares aunque no se tenga sed. Preferentemente agua, zumos, caldos, infusiones, etc. Es aconsejable limitar las bebidas estimulantes, carbonatadas y alcohólicas (20- 25 g/día, es decir, 1 vasito pequeño de vino en la comida y en la cena, siempre que no esté contraindicado). Mitos y realidades sobre la nutrición de las personas mayores La guía se cierra con una extensa batería de mitos, falsedades y realidades sobre la alimentación de los mayores y la explicación del por qué son tales. Todos hemos oído frases como ‘las personas mayores cuando están encamadas apenas consumen energía’, ‘la pérdida de apetito en personas mayores es algo normal’ o ‘las personas mayores no deben comer sardinas porque son ricas en grasas’; todo ello falsedades que se rebaten en la guía; de la misma manera se corroboran otras como que ‘el aguacate ayuda a regular el colesterol o que ‘la leche caliente favorece la conciliación del sueño’. -
20.05.2015 El 45% de las personas mayores que viven en sus domicilios no realiza una dieta saludable; cerca del 35% está en riesgo nutricional; y un 7% está desnutrida. Esto supone graves consecuencias físicas y de calidad de vida en las personas, además de tener un gran impacto social y económico. El 28 de mayo es el Día Nacional de la Nutrición y desde Nestlé Health Science nos recuerdan el problema social y sanitario, de elevada prevalencia y altos costes, que supone la desnutrición relacionada con el envejecimiento. Una de cada tres personas mayores se encuentra en riesgo nutricional. Si bien es cierto que la desnutrición puede afectar a personas de todas las edades, el envejecimiento se asocia a un riesgo hasta tres veces mayor de presentar desnutrición. Sin duda, la desnutrición —con consecuencias físicas y de calidad de vida de largo alcance— tiene un gran impacto social y económico en nuestra sociedad. Una realidad muy cercana Más allá de las patologías asociadas con la edad, hay varios factores asociados al envejecimiento, de carácter biológico (problemas de masticación, deglución, digestivos…) o de orden psicosocial (dificultades para hacer la compra y cocinar, pérdida de apetito, falta de interés por la comida, soledad, depresión…) que explican que cerca del 35% de la población anciana que vive en casa está en riesgo nutricional y que un 7% de las personas estén desnutridas. Cabe destacar, además, que los requerimientos nutricionales de las personas mayores son mucho más exigentes de lo que puede parecer. A igual peso corporal, un anciano necesita un 25% más de proteína que un adulto. Los problemas de salud asociados a la edad (falta de piezas dentales, disminución del gusto y el olfato, saciedad precoz…) conllevan que un elevado porcentaje de personas mayores no cumpla la ingesta proteica recomendada. Cuando la cantidad óptima no se alcanza, las consecuencias son múltiples: riesgo de pérdida de masa muscular (deterioro funcional y dependencia), alteraciones en la función inmune (riesgo de infecciones), mala cicatrización de heridas, etc. En un anciano, un estado nutricional insuficiente se asocia a complicaciones potencialmente severas que afectarán a su calidad de vida. Cuando la dieta no cubre las necesidades de energía, proteínas y otros nutrientes se desarrolla una situación de riesgo nutricional con pérdida involuntaria de peso. Ésta deriva, finalmente, en un cuadro que genera efectos adversos medibles que implican alteraciones funcionales o clínicas, y que pueden cursar con empeoramiento de enfermedades crónicas y afectación de su calidad de vida. La desnutrición representa un alto coste social y sanitario La desnutrición relacionada con la enfermedad constituye un problema sanitario de elevada prevalencia y altos costes. Afecta a unos 30 millones de personas en Europa y conlleva un coste asociado de unos 170.000 millones de euros anuales. En España, según los datos del estudio Predyces (estudio multicéntrico de prevalencia de la desnutrición hospitalaria y costes asociados en España), el 23% de los pacientes ingresados en nuestros hospitales está en riesgo de desnutrición. Los pacientes mayores de 70 años presentan riesgo nutricional significativamente más elevado que los adultos menores de 70 (37% frente al 12,3%). De hecho, como resultado de la prevalencia de desnutrición relacionada con la enfermedad y del uso de recursos sanitarios asociados a la misma, el sistema nacional de salud español afronta un coste superior a los 1.100 millones de euros al año. Las cifras del envejecimiento en nuestro país – España es uno de los países más longevos de la Unión Europea. Cabe esperar que una persona que llegue a los 65 años viva otros 20,2 años más de promedio. – Las mujeres españolas tienen una esperanza de vida al nacer de 85,6 años y los hombres de 80,0. – El envejecimiento se asocia a un riesgo de hasta tres veces mayor de presentar desnutrición. – Uno de cada tres ancianos de nuestro país se encuentra en riesgo nutricional. – El 80% de la población mayor de 65 años presenta alguna enfermedad o problema de salud crónico. – Las personas entre 65 y 74 años tienen una media de 2,8 problemas o enfermedades crónicas, alcanzando un promedio de 3,23 en personas mayores de 75 años. – El 30% de las personas mayores sufre de pérdida de apetito, una circunstancia relacionada solo con la edad. – Hasta un 35% de la población anciana que vive en su hogar está en riesgo nutricional y el 7% está desnutrida. – El 45% de las personas mayores que viven en su hogar no realiza una dieta saludable. Hasta un 20% de estas personas mayores no desayuna, y un 14% no cena. En estos casos, el consejo dietético y el soporte nutricional se convierten en requisitos indispensables. – Los mayores presentan estancias hospitalarias más largas que el resto de la población y suponen el 42,5% de todas las altas hospitalarias. – Como resultado de la prevalencia de la desnutrición relacionada con la enfermedad y del uso de recursos sanitarios asociados a la misma, el sistema nacional de salud español afronta un coste superior a los 1.100 millones de euros al año. -